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La mente del «Guerrero». Parte 1 de 3. Un programa de entrenamiento mental.

Foto del Guerrero

Hoy vamos a salirnos un poco de la temática habitual de nutrición para hablar de la mentalidad, un tema que me apasiona. De poco sirve tener salud y calidad de vida física si, a nivel mental, no se experimenta felicidad y crecimiento.

Siempre que leo un libro, subrayo las partes o frases que me resultan más interesantes y, si siento que me ha aportado mucho, suelo escribir un resumen. Esto me ayuda de tres formas: 1) a reorganizar y asimilar las ideas, 2) a repasar y fijar la información, y 3) a tener un recurso al que volver cuando quiera releer alguna parte o consultar algo puntual.

Esta vez quiero compartir con vosotros uno de esos resúmenes, porque el libro me ha parecido muy valioso (al menos para mí) y creo que podría aportar mucho a otras personas también. Se trata de Guerreros de la Roca. Entrenamiento mental para escaladores, de Arno Ilgner. Aunque el enfoque del libro es la escalada, el 95 % de sus enseñanzas son aplicables a cualquier reto o desafío: ya sea deportivo, un cambio de hábitos alimenticios o, incluso, la vida misma, que es, al fin y al cabo, nuestra mayor experiencia y desafío.

Vamos al tema.

¿Qué vamos a ver?

Podríamos decir que es un programa de entrenamiento mental, una filosofía de vida, una forma de pensar y un manual para poner a punto cuerpo y mente ante cualquier reto, con calma y dominio. Nos enseña a enfocar nuestra atención con conciencia aguda y concentrada, a luchar contra nuestro peor enemigo (nosotros mismos y nuestro entramado mental), a amar el reto sin permitir que el ego controle nuestro comportamiento, a desvincular nuestra autoestima de los logros y a salir de nuestra zona de confort en busca de conocimiento y poder. Y entendiendo este «poder» como la mejora de nuestra capacidad para actuar de forma efectiva, con claridad de pensamiento y decisión en la acción.

El programa de entrenamiento mental consta de tres fases y siete pasos.

1ª Fase: Preparación

El objetivo es preparar la mente para que, llegado el momento de la acción (el reto), el subconsciente pueda guiarnos. Es crucial despejar el cerebro de trampas o limitaciones mentales como el deseo de que las cosas ocurran según lo esperado, y aprender a ver oportunidades donde otros solo ven dificultades.

  • Paso 1Tomar conciencia: Mejoraremos nuestra capacidad de observación y redirigiremos la mente hacia nuestro diálogo interior.
  • Paso 2La vida es sutil: Nos enfocaremos en las sensaciones corporales y aprenderemos a hablarnos a nosotros mismos de forma intencionada.
  • Paso 3Aceptar la responsabilidad: Asumiremos el reto como propio, sin desear que algo sea diferente, sin esperar soluciones «mágicas» y sin culpar a factores externos.
  • Paso 4Dar y adoptar una actitud de poder: Nos centraremos en lo que podemos ofrecer al reto y no en lo que podríamos ganar si lo logramos.

2ª Fase: Transición

  • Paso 5Elegir: Es el momento de la verdad, de decidir con firmeza si afrontar el reto con todo o rechazarlo, pero sin resentimientos.

3ª Fase: Acción

El objetivo es vivir plenamente el reto, evitar la mentalidad de «luchar o huir» y verlo como una oportunidad de aprendizaje. Mantén la mente consciente y tranquila; concéntrate en el viaje, no solo en el destino.

  • Paso 6Escuchar: Nos guía a enfrentar la situación una vez que estamos en ella, en lo «desconocido», a aprender de ella y a creer en el proceso.
  • Paso 7El viaje: Cultivaremos la mentalidad de «viaje». La situación estresante (fuera de la zona de confort) es nuestra elección. Queremos estar ahí porque nos aporta conocimiento y nos hace crecer.

Paso 1: Tomar Conciencia

En esta fase, preparamos nuestra mente: identificamos aquellos aspectos de nuestra manera de pensar y actuar que nos limitan, especialmente los que desvían nuestra atención hacia el ego y la autoestima.

El ego

Desde pequeños, nos han moldeado con recompensas y castigos, asociando nuestro valor a lo que hacemos. Este deseo de obtener la admiración de los demás proviene de una construcción mental que llamamos «ego». Este ego nos premia o castiga con sentimientos de autoestima y se alimenta constantemente de comparaciones con otros. Esto nos hace derrochar energía y atención, y malgastar nuestra capacidad de concentración. Si dejamos que el ego domine, podemos vivir a la defensiva o con facilidad para ofendernos. La clave está en destronar al ego y darle protagonismo al yo superior: el que no compite ni se compara, sino que busca una autoestima interna y se enfoca en el crecimiento y el aprendizaje.

Logros

La sociedad nos empuja a asociar nuestra autoestima con nuestros logros. Sin embargo, usar estos logros como fuente de motivación puede ser una trampa limitante. Un «guerrero» sabe que no es más valioso que nadie. Atar la autoestima a los logros es un hábito inconsciente que debemos romper para progresar.

Romper los hábitos

Para construir un sistema de valores que penetre hasta lo más profundo de la motivación, es necesario aumentar nuestra conciencia. Las nuevas formas de pensar desafían nuestra «zona de confort», la cual está formada por hábitos limitantes y sus mecanismos de defensa. Necesitamos identificar esos hábitos y sacarlos a la luz, llevándolos de lo subconsciente a lo consciente, donde serán más fáciles de revisar y cambiar.

El testigo

La clave para tomar conciencia es aprender a observar tu mente. Tomar distancia de tus pensamientos y convertirte en un «testigo» de ellos. Al observarte desde esta posición externa, logras la objetividad necesaria para analizar y cambiar los patrones mentales que te limitan. Aunque no elimina los pensamientos negativos por completo, esta perspectiva hace que tengan menos poder sobre ti.

Acciones, imagen propia y autoestima

La autoestima se refiere a lo valiosos que nos sentimos; nuestra imagen propia, en cambio, es la percepción que tenemos de quiénes somos y de lo que somos capaces de hacer. Si no puedes imaginarte alcanzando algo, es muy probable que no lo consigas; primero necesitas creer que eres capaz de lograrlo. Nuestras acciones pasadas deberían servirnos como trampolín para avanzar, no como anclas que definan cómo nos vemos.

El verdadero éxito no se logra añadiendo más cosas, sino eliminando los obstáculos que nos frenan. La diferencia principal entre quienes alcanzan sus objetivos y quienes no, está en la convicción: los primeros tienen fe en que encontrarán la manera de superar cualquier dificultad; los segundos se enfocan en los problemas y en las barreras, convencidos de que no lo lograrán, lo que termina agotando su motivación. Es esta imagen de incapacidad lo que más nos limita.

Tomar conciencia significa entender que nuestra imagen propia no es un reflejo objetivo de nuestras capacidades innatas. Cuando comprendemos que nuestras mentes nos están poniendo límites, se nos abren nuevas y poderosas oportunidades.

Otra barrera importante es nuestra autoestima, que a menudo se vincula demasiado a nuestras acciones. Si la basamos en los resultados, quedamos a merced de factores externos que no podemos controlar. La verdadera autoestima nace de un sistema de valores interno, no simplemente de logros. Proviene del trabajo bien hecho y de nuestros principios.

Entonces, si los logros externos no son lo más valioso que podemos obtener de un desafío, ¿qué es? La respuesta es el aprendizaje. Esta es la mayor recompensa de enfrentarnos a retos. Es en los terrenos desconocidos, fuera de nuestra «zona de confort», donde realmente aprendemos, crecemos y obtenemos conocimiento.

Por lo tanto, debemos separar nuestra autoestima de nuestras acciones y logros, especialmente de los pasados. Si buscamos una fuente auténtica de autoestima y poder personal, debemos dejar de lado factores externos como la comparación y los logros, y dirigir nuestra mirada hacia el interior, valorando el aprendizaje como nuestra verdadera fuente de crecimiento.

El amor por el aprendizaje y aprendizaje del amor

No somos nuestros pensamientos; somos los observadores de esos pensamientos. Si te centras únicamente en el resultado de tus esfuerzos, estás reaccionando ante algo que no puedes controlar. Esto puede frenar tu crecimiento y generar insatisfacción. Por el contrario, si tu autoestima se basa en lo que has aprendido durante la experiencia, ya sea un reto o desafío, el resultado dejará de ser lo importante y podrás enfocarte más en el proceso. Lo que realmente importa es aprender y crecer, o lo que es lo mismo: mejorar tus habilidades a través de lo que has vivido.

Cuando te enfocas en el aprendizaje, tu control mental mejora, te liberas de la ansiedad y puedes centrarte completamente en el esfuerzo. Esto, además, aumenta tus probabilidades de éxito. Después de enfrentar un reto, tu autoestima debería surgir desde dentro, de tu dedicación al conocimiento y del amor por aprender. La clave es dirigir tu atención a los aspectos positivos de la experiencia: qué has aprendido, qué errores cometiste que no repetirás, y cómo puedes mejorar.

Claro, decirlo es más fácil que hacerlo. Es útil reflexionar sobre qué es importante para ti, qué buscas, y qué te apasiona. Dedicar tiempo a pensar y descubrir aquello que realmente disfrutas te ayudará a enfocar tu energía. Por ejemplo, si se trata de un reto deportivo al aire libre, puede que te motives por la belleza del entorno, la compañía de amigos, o el simple placer de superarte a ti mismo.

Poder

El poder es la meta final de un guerrero, que siempre busca aumentar su poder personal. Los elementos que componen este poder son: la capacidad para actuar, aprender y crecer; la confianza en uno mismo; y la audacia —es decir, la valentía, la iniciativa y la determinación necesarias para asumir riesgos controlados con el fin de lograr un objetivo.

Desafiarte a ti mismo y emprender nuevas acciones se hacen con un propósito: aumentar tu poder personal. Este poder es el resultado del esfuerzo: entregas dedicación y recibes poder a cambio, el cual te lleva a explorar nuevos territorios, tanto internos como externos, donde siempre hay oportunidades para aprender y expandirte.

Desperdicios de poder

Estos son aspectos de nuestra personalidad que disminuyen nuestra energía y nos impiden avanzar:

  1. Autosuficiencia: Un guerrero no malgasta su energía intentando demostrar que es mejor que los demás. No basa su identidad comparándose con otros.
  2. Historia personal: Esta es una construcción del ego que está ligada a la imagen que tenemos de nosotros mismos. Incluye nuestros triunfos y fracasos más importantes, que muchas veces se convierten en patrones rígidos de comportamiento que nos limitan. Mantener una imagen fija de quiénes somos y qué hemos logrado, consume mucha energía y nos impide cambiar y crecer.

Un guerrero eficaz evita gastar poder en alimentar su autosuficiencia o en preservar una imagen invariable de sí mismo. Su energía está enfocada en superar los desafíos presentes.

Fugas de poder

Existen ciertas actitudes y comportamientos que nos hacen perder poder innecesariamente. A continuación, las principales «fugas» de energía que podemos evitar:

  1. Hábitos mentales inútiles: Son acciones automáticas que realizamos sin reflexión, y que pueden perjudicar nuestro desarrollo. Volverse más consciente de estos hábitos nos permite analizarlos y eliminarlos si no nos benefician.
  2. Diálogo interior limitante: Muchas veces, nuestros pensamientos son auto-saboteadores: «no puedo más», «es demasiado difícil», etc. Estos diálogos refuerzan antiguos hábitos y comportamientos, convirtiéndolos en rasgos permanentes. Un guerrero asume la responsabilidad de sus actos, pero no permite que estos definan su identidad ni su futuro.
  3. Reaccionar con emotividad y rigidez: Frente a situaciones indeseadas, solemos reaccionar de manera automática, dejando que la frustración y el enojo nos dominen. Esta reacción, que proviene del ego, se agrava cuando estamos fatigados o ansiosos. La clave está en ser conscientes de esta tendencia, para poder respirar, relajarnos y observar la situación desde una perspectiva más neutral.
  4. Esperar y desear: Estas son actitudes pasivas. «Espero que…», «Me gustaría que…». Ni esperar ni desear son productivos; no nos llevan a tomar acciones concretas para alcanzar nuestras metas.

Convertirse en observador y retrasar la respuesta

Es importante aprender a observar nuestras experiencias desde una posición neutral, como si fuéramos un testigo de nuestros propios pensamientos y emociones. Muchas veces reaccionamos de forma automática, guiados por hábitos y pensamientos negativos que nos limitan. Para combatir esto, debemos practicar el retraso de nuestra respuesta: tomar conciencia de lo que estamos experimentando y verlo desde una perspectiva externa. Esto nos permitirá actuar con calma, inteligencia y paciencia.

Retrasar la respuesta es particularmente útil para cambiar hábitos, ya que estos se basan en asociaciones automáticas. Si rompemos esa asociación rápida, el hábito empieza a perder fuerza. La clave es no reaccionar de inmediato ante el diálogo interno que busca comodidad o evita el malestar (como cansancio, ira o incomodidad física). En lugar de actuar, nos limitamos a observar la situación sin intervenir. Incluso unos pocos segundos pueden romper la cadena automática de respuesta, permitiéndonos desvincularnos de reacciones habituales, como la frustración o el desánimo. Al hacerlo, convertimos una respuesta limitada en una oportunidad para establecer un nuevo hábito más útil.

Resumen y objetivos del paso 1: Tomar conciencia

Tomar conciencia es la base para mejorar el control mental y aumentar nuestro poder personal. Dirigiendo la atención hacia el interior, podemos acceder a motivaciones profundas y poderosas, no dictadas por el ego. Aunque el ego puede ser un obstáculo, también es un guía que nos muestra dónde enfocarnos.

Cuando dejamos de definirnos por nuestros logros o fracasos pasados, empezamos a vernos con una mentalidad más abierta y con mayor potencial.

La palabra clave de este paso es: Observar.

Aquí la parte 2

Foto de Curro Clavero
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